Vivir la buena vida
- Giuseppe Cavallo
- 7 ago
- 4 Min. de lectura
Todos queremos una buena vida. Parece una afirmación obvia. Pero si lo piensas un momento, definir qué es una buena vida no es nada fácil. ¿Es una vida de riqueza? ¿De libertad? ¿De reconocimiento, de amor, de paz? La respuesta depende de a quién se lo preguntes, cuándo se lo preguntes y en qué etapa de la vida se encuentre.
Y sin embargo, si estás trabajando en serio en tu marca personal, esta no es una pregunta secundaria. Es una pregunta central.
Tu marca personal, al fin y al cabo, no es solo una herramienta de posicionamiento para tu negocio o carrera. Es un sistema que construyes para que tu vida profesional contribuya a la vida que deseas vivir. Si no hay alineación entre tu marca y tu definición de buena vida, puedes volverte visible y exitoso a ojos de los demás, pero estar desalineado e insatisfecho contigo mismo.
Por eso esta pregunta merece una mirada más profunda.
¿Qué es una buena vida?
Los filósofos han explorado esta pregunta durante siglos. Entre las muchas voces de la tradición occidental, la de Aristóteles sigue siendo una de las más relevantes y prácticas. Sus reflexiones ofrecen un marco sorprendentemente útil para quienes navegamos la vida moderna, especialmente cuando pensamos en nuestras carreras, nuestros objetivos y la marca que estamos construyendo.
Veamos tres conceptos clave en la respuesta de Aristóteles.
1. Eudaimonía: el arte de florecer
El término griego eudaimonía suele traducirse como “felicidad”, pero eso no le hace justicia. Lo que Aristóteles quería decir era florecimiento: la realización del propio potencial, la experiencia de vivir plenamente, en coherencia con nuestra naturaleza. No es una emoción pasajera, sino un estado sostenido de propósito, contribución y sentido. Es un estado del ser en el que una persona vive de acuerdo con sus capacidades más elevadas.
La eudaimonía es el mayor bien humano. Es la meta detrás de todas las metas. Cuando buscamos éxito, riqueza, amor o reconocimiento, lo hacemos porque creemos que nos acercarán a una buena vida. Pero para Aristóteles, la eudaimonía no es el resultado de acumular bienes externos. Es el fruto de una vida vivida en armonía con nuestra naturaleza, honrando nuestra capacidad de crecer, razonar y aportar.
Una marca personal debe asumir la búsqueda de la eudaimonía como su horizonte último: una aspiración a vivir y trabajar con profundidad, coherencia e intención.
2. Entelequia: llegar a ser quien estás llamado a ser
Para entender cómo alcanzamos la eudaimonía, Aristóteles introduce el concepto de entelequia. Se refiere a la realización del potencial de un ser: la fuerza interna que lo lleva a convertirse en lo que está destinado a ser.
Una semilla contiene en sí la forma de un árbol. Esa forma no le viene de fuera; está en su naturaleza. La semilla tiende a convertirse en árbol. Ese proceso de realización es su entelequia.
Los seres humanos también tenemos una naturaleza: somos racionales, sociales y dotados de propósito. Nuestra entelequia se realiza no cuando simplemente sobrevivimos o cumplimos tareas, sino cuando vivimos en alineación con nuestra esencia: cuando actuamos con razón, contribuimos al mundo, cultivamos relaciones y buscamos la excelencia.
Esto significa que la eudaimonía no es un estado estático, sino un viaje dinámico: la realización de nuestra naturaleza a lo largo del tiempo.
Para realizar nuestra propia entelequia en el contexto de la marca personal, necesitamos comprender qué debemos desarrollar en nosotros para alcanzar ese estado del ser.
Esto implica prestar atención constante a lo que hacemos bien para reforzarlo, y reconocer con honestidad lo que necesita mejorar para crecer hacia la mejor versión de nosotros mismos. Solo a través de este trabajo interior podremos discernir, elegir y contribuir en línea con nuestro mayor potencial. Así es como conseguimos aportar todo el valor que somos capaces de ofrecer.
3. Virtud: el camino hacia el florecimiento
¿Cómo realizamos nuestro potencial y alcanzamos una vida de eudaimonía? Para Aristóteles, la respuesta es: practicando la virtud (areté). La virtud no es una cuestión moral en un sentido estrecho. Es excelencia en la acción.
La virtud se desarrolla mediante el hábito, se guía por la razón y se expresa en las elecciones que hacemos cada día. Es el punto medio entre los extremos: el coraje se sitúa entre la imprudencia y la cobardía, la generosidad entre el derroche y la mezquindad. Vivir virtuosamente implica desarrollar la sabiduría práctica (phronesis) para elegir bien, actuar bien y vivir bien.
En términos actuales, significa alinear nuestras habilidades, decisiones y comportamientos con nuestro propósito más profundo. Una vida virtuosa es una vida coherente: una en la que no estamos en guerra con nosotros mismos ni con el mundo.
En el desarrollo de una marca personal, cultivar la virtud implica aprender a identificar el camino más sensato en cada situación. Es la práctica de encontrar equilibrio: entre nuestro interés económico y las necesidades del cliente, entre nuestra ambición de avanzar y el bienestar del equipo u organización.
La virtud no es un reglamento fijo. No está escrita en piedra ni en plantillas. Es un proceso vivo que navegamos con nuestra brújula moral y nuestra capacidad de juicio.
Vivir una buena vida
Cuando trabajas tu marca personal, estás moldeando tu identidad profesional, pero también tu trayectoria vital.
Una marca personal desconectada de tu naturaleza acabará traicionándote. Puede que atraiga atención, pero te vaciará y dejará una sensación de incoherencia. En cambio, una marca alineada con tus valores, tu potencial y tu deseo de contribuir puede convertirse en una fuente de coherencia, realización y éxito sostenible.
Y es aquí donde la lección de Aristóteles se vuelve práctica:
Tu eudaimonía te ayuda a definir tu visión del éxito.
Tu entelequia te ayuda a trazar la hoja de ruta de tu crecimiento: lo que estás llegando a ser a través de tu camino profesional.
Tu virtud es tu práctica diaria: la excelencia con la que te presentas en tu trabajo, tu liderazgo, tus decisiones.
Tu estrategia de marca personal, entonces, es una herramienta para alinear tu negocio y tu carrera con tu visión profunda de una buena vida. Es una forma de hacer que tu éxito sea sostenible, coherente y pleno.
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