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Ser y devenir: de la filosofía antigua a la construcción de una marca personal sólida

Vivimos en un tiempo en el que todo parece moverse más rápido de lo que podemos seguir. Esta aceleración constante pone a prueba nuestra identidad. ¿Quiénes somos realmente cuando los roles, los contextos y las expectativas cambian sin cesar? ¿Y cómo podemos mantener la coherencia, tanto en nuestra vida profesional como en la personal, cuando el suelo bajo nuestros pies nunca deja de moverse?

Estas no son preguntas nuevas. Mucho antes que nosotros, los filósofos griegos ya reflexionaban sobre la tensión entre lo que cambia y lo que permanece. Sus ideas nos ofrecen inspiración para encontrar un camino: un recordatorio de que la identidad no consiste en resistirse al cambio, sino en comprender cómo ambos pueden coexistir.

Parménides fue el primero en insistir en que, más allá de las apariencias cambiantes, debe existir algo inmutable. Sostenía que el cambio es solo una ilusión. La realidad, en su verdad más profunda, es permanente. Es un pensamiento radical, pero también reconfortante: detrás del ruido de la vida diaria, hay algo que simplemente es.

Platón intentó reconciliar esta permanencia con el cambio que vemos cada día. Su solución fue imaginar dos niveles: el mundo del devenir, donde todo se transforma, y el mundo del ser, donde existen las Formas eternas. El mundo cambiante es real, pero remite siempre a algo más profundo e inmutable.

Aristóteles llevó el debate un paso más allá. Para él, el cambio no es una ilusión ni un mundo separado. El cambio forma parte del ser mismo. Introdujo la idea de la entelequia: el impulso interno de todo ser para realizar su potencial. La bellota no es solo una bellota; ya es, en potencia, un roble. La realidad es un despliegue continuo de lo que las cosas están llamadas a llegar a ser.

En el otro extremo se encontraba Heráclito, que afirmaba: todo fluye (panta rhei). No puedes bañarte dos veces en el mismo río porque tanto tú como el río están en movimiento. Pero no describía el caos. Para él, existe un logos, un orden oculto que da sentido a la transformación. La estabilidad, decía, no proviene de resistir el cambio, sino de reconocer los patrones que hay dentro de él.

En términos modernos, quizá Heráclito sea el filósofo más cercano a cómo vivimos hoy. Las carreras cambian, las industrias evolucionan y nosotros mismos nos transformamos con ellas. Nuestro reto no es aferrarnos desesperadamente al pasado, sino discernir la coherencia subyacente, el logos, que da continuidad a nuestro recorrido.

Preservar la esencia: la autopoiesis

Siglos después de los griegos, dos biólogos chilenos, Humberto Maturana y Francisco Varela, introdujeron un concepto que resuena profundamente con este debate: la autopoiesis. Su hallazgo fue que los sistemas vivos se definen por su capacidad de regenerarse continuamente. Un ser vivo interactúa con su entorno, se adapta, evoluciona, pero conserva su organización, el patrón que lo hace ser lo que es.

La autopoiesis es una metáfora preciosa de nuestra identidad personal. Al igual que los sistemas vivos, estamos expuestos al cambio constante. Los contextos se mueven, las carreras evolucionan, aparecen y desaparecen tecnologías, y las personas a nuestro alrededor cambian. Sin embargo, a través de todo ello, hay algo que debe permanecer: nuestra esencia, el núcleo que nos define.

Una marca personal sólida funciona de la misma manera.

  • Conserva su brújula interior, los valores y el propósito que le dan coherencia.

  • Evoluciona en su forma y expresión, adaptándose a nuevos roles, nuevos mercados, nuevas audiencias.

  • Y crea continuidad no resistiendo el cambio, sino integrándolo en una historia que sigue teniendo sentido.

Aquí es donde la autopoiesis se encuentra con la filosofía griega. Para llevarla a cabo de manera positiva y evolutiva, una marca personal debe:

  • Ser consciente de su esencia, como recordaría Parménides, porque detrás del ruido del cambio siempre hay algo permanente.

  • Reconocer su contexto, como sugirió Platón, donde el mundo del devenir cambia constantemente pero remite siempre a algo más profundo.

  • Seguir su entelequia, como enseñó Aristóteles, el impulso interno de realizar su potencial, una noción que hoy podemos leer como propósito personal.

Vista así, la autopoiesis es más que supervivencia. Es la capacidad de interactuar con el contexto, adaptarse, mantener la esencia y cumplir con el propósito de vida.

De la filosofía a la práctica

Una marca personal, como un sistema vivo, debe activar herramientas que le ayuden a mantener su esencia y evolucionar con el mercado. Para ello, es importante entender qué queremos, cuál es nuestra entelequia y qué llamamos éxito. La visión de éxito es una gran herramienta para abordarlo. Nos ayuda a definir el éxito en un sentido amplio: no solo en términos de logros externos, sino también en coherencia con nuestros valores y con el impacto que queremos tener en los demás. He escrito extensamente sobre esto en otros artículos, pero vale la pena recordarlo aquí: tener una visión clara del éxito es el primer paso para construir una marca sostenible y con sentido.

Otras herramientas nos ayudan a preservar nuestra esencia al mismo tiempo que nos adaptamos a contextos cambiantes. Una interpretación dinámica del posicionamiento es una de ellas. El posicionamiento no es una etiqueta rígida, sino una definición viva de dónde queremos estar en la mente de los demás. Evoluciona con nosotros, pero mantiene un foco claro.

Una segmentación precisa es otra herramienta poderosa. Al identificar a las audiencias que realmente queremos servir, podemos ofrecer una propuesta de valor fuerte que se mantenga alineada con nuestra esencia y al mismo tiempo responda a necesidades reales e importantes del cliente.

Y finalmente, una narrativa estratégica asegura que nuestra voz de marca se mantenga coherente a lo largo del tiempo. Al mismo tiempo, nos permite generar ejes narrativos que se adaptan a las emergencias del momento, manteniendo nuestra historia relevante y viva sin perder su fundamento.

Estas herramientas nos recuerdan que la marca personal no consiste en elegir entre ser y devenir. Se trata de entretejerlos, preservando nuestra esencia mientras avanzamos con propósito, coherencia y resiliencia.


 
 
 

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