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Hay algo más allá de los embudos: cómo contar historias que generen verdadera confianza

Hace poco tuve una conversación con un colaborador de mi ecosistema que domina bastante bien las estrategias de contenido basadas en embudos. Me decía cómo debería estructurar una historia: empezar con un punto de dolor, activar la urgencia, ofrecer una solución, construir credibilidad y cerrar con una llamada a la acción. Manual de libro.

Aunque no descarto esa lógica para ciertos fines muy concretos—puede funcionar bien en marketing de conversión y performance—sentí la necesidad de debatirlo. Porque mi objetivo con el contenido no es convertir. Es conversar. Y ese es un juego completamente distinto.

No escribo publicaciones para generar clics. Escribo para construir un vínculo de confianza con una audiencia de líderes y profesionales de alto potencial que son extremadamente exigentes en términos de valor. Quiero que piensen: “Si alguna vez me pongo en serio con mi marca personal, esta es la persona en la que confiaré.”

Por eso escribo de forma diferente.

Sin FOMO. Sin disparadores de urgencia. Sin tensiones artificiales. No intento empujar al lector por un embudo. Intento construir un espacio emocional donde se pueda intercambiar valor: yo doy ideas e insights estratégicos; el lector da atención y, con suerte, confianza a largo plazo.

Ese es el punto de partida de un enfoque distinto del storytelling. Y en esa conversación me encontré explicando lo que considero los fundamentos reales del relato potente. No se trata del “content story” de manual, ni de la versión reducida de la Hero’s Journey. Se trata de un modelo que refleja cómo las historias realmente nos mueven y por qué son importantes para las marcas personales.

Los cuatro pilares del storytelling

No son trucos. No son fórmulas inventadas en un taller de marketing de contenidos. Son universales.

Proceden de uno de los modelos narrativos más importantes jamás estudiados: el Viaje del Héroe, de Joseph Campbell. Campbell identificó una estructura recurrente en los mitos, las epopeyas, los textos religiosos y la cultura popular de todo el mundo. Desde Ulises hasta Luke Skywalker, desde Buda hasta Jake Sully: el patrón se repite. Y funciona porque refleja cómo, como seres humanos, damos sentido a la vida.

Los cuatro pilares del storytelling que utilizo derivan de ese modelo. Y por eso funcionan en distintas culturas, contextos y audiencias.

Para que una historia resuene de verdad, debe apoyarse en algunos principios esenciales que le den estructura emocional y coherencia estratégica. Aquí te los explico:

  1. Declarar una visión del mundo: tu historia no es solo una secuencia de eventos. Expresa cómo ves el mundo. Esa visión es lo que da sentido a tu experiencia y lo que tu audiencia conectará (o rechazará).

  2. Ofrecer una transformación: por ejemplo, si cuentas tu propia historia, la gente no recordará lo que hiciste, sino cómo cambiaste y qué aprendieron a través de tus ojos. El núcleo emocional de toda historia es la transformación del protagonista.

  3. Generar identificación: la audiencia se conecta cuando se ve reflejada en ti. No se trata de replicar su estatus o experiencia, sino de evocar dilemas y deseos que les resulten cercanos.

  4. Revelar tu visión: una buena historia deja claro hacia dónde vas. No solo qué ocurrió, sino por qué importa para el futuro.

Estos son los pilares que sostienen mi modelo: una simplificación estratégica del Viaje del Héroe, adaptada para líderes y marcas personales.

Mi modelo: una estructura para narrativas auténticas de liderazgo

El modelo que utilizo—reflejado en la diapositiva que compartí y basado en el Viaje del Héroe—se articula en cuatro elementos esenciales: problema, cambio, visión y conflicto. No son categorías abstractas: son la gramática profunda de las historias que nos mueven, precisamente porque reflejan cómo vivimos las transformaciones reales.

  1. Hay un problema: ahí comienza la historia. Identificas algo que no funciona o está desalineado en el mundo tal como lo ves. Es el momento en que, como marca personal, alzas la voz y dices: algo importante está fallando.

  2. Crees que el cambio es posible: ofreces una solución y te comprometes a hacerla realidad. Es más que una creencia: es tu primer acto de liderazgo. Tomas una posición, propones una dirección y demuestras que estás dispuesto a actuar. Ese compromiso te posiciona como una fuerza creíble para la transformación, no solo como alguien que ve el problema, sino como alguien que está dispuesto a solucionarlo.

  3. Ofreces una visión: muestras el futuro que quieres ayudar a construir. Es lo que da dirección y aspiración a tu mensaje. Es esa línea en el horizonte que atrae a tu audiencia y le permite imaginarse dentro de esa imagen. Esta parte es crucial: es la que alimenta la motivación y da la energía emocional necesaria para atravesar el dolor y la incertidumbre del cambio.

  4. Introduces el conflicto: esta es la parte más potente del modelo, y por eso siempre la dejo para el final: porque ahí viven las emociones de verdad.

    El conflicto tiene dos caras. El conflicto externo lo forman las personas, los sistemas o los obstáculos que se interponen en el camino del cambio que propones. Pero lo que realmente da fuerza a una historia es el conflicto interno: la transformación que le pides a tu audiencia. Es esa tensión invisible que se libra en el interior de quienes te siguen. Y esto funciona siempre: en historias que buscan el bien y en aquellas que, lamentablemente, buscan manipular.

    Un ejemplo claro: la comunicación de Donald Trump sigue este esquema al pie de la letra. Identifica un problema: “Estados Unidos ya no es grande.” Promete un cambio: “Solo yo puedo arreglarlo.” Ofrece una visión: “Estados Unidos volverá a ser grande.”

    Pero lo poderoso está en cómo maneja el conflicto. El conflicto externo es evidente: las élites, las instituciones, los medios. Y él no para de ampliar esa lista, porque sabe que cuanto mayores los obstáculos, más heroica parece su propuesta. Pero el conflicto interno es más sutil, y más importante. Habla a quienes se sienten olvidados—económica, cultural o políticamente—y les dice: “Confiaron en el sistema y el sistema les falló. Ahora deben retomar el control. No será fácil, pero es su responsabilidad.”

    Esa es la fuerza de este modelo. No solo explica el cambio: lo exige. Y cuando se usa con cuidado, convierte tu propuesta de valor en un viaje personal y emocional al que otros quieren unirse.

Por qué esto importa para tu marca personal

Si estás construyendo una marca personal, tu propuesta de valor es tu promesa. Pero nadie se emociona con una promesa que solo vive en forma de viñetas. Una buena historia hace otra cosa: traduce tu valor en emociones, en experiencias que tu audiencia puede sentir.

Cuando usas una estructura como la de mi modelo narrativo, no solo explicas lo que haces, sino que muestras por qué importa, cómo transforma y qué dice sobre quién eres tú.

 
 
 

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