Por qué no necesitas controlar cada detalle de tu narrativa
- Giuseppe Cavallo
- 19 mar
- 2 Min. de lectura
Emerson Fittipaldi, la leyenda de la Fórmula 1, dijo una vez: “Si tienes todo bajo control, es que no vas lo suficientemente rápido.” Hablaba de carreras, pero la misma idea se aplica a la marca personal. Muchos profesionales se obsesionan con controlar cada detalle de cómo se presentan, temiendo que cualquier desviación perjudique su imagen. La realidad es doble: primero, el control total es imposible; segundo, en nuestro afán por gestionar cada aspecto, perdemos una fuerza extraordinaria: la capacidad de nuestra audiencia para completar la imagen por nosotros.
Uno de los principios más poderosos de la percepción humana proviene de la psicología Gestalt, que sostiene que no procesamos fragmentos aislados, sino patrones, y rellenamos los vacíos con nuestra propia interpretación. Esto tiene una aplicación directa en la marca personal. No importa cuánto detalle pongamos en nuestra presencia digital, nuestras conferencias o incluso nuestra vestimenta: la audiencia reconfigurará esos elementos según su experiencia, expectativas y sesgos.
En lugar de ver esto como una pérdida de control, deberíamos entenderlo como una oportunidad. En vez de sobrecargar cada aspecto de cómo nos mostramos, podemos construir una narrativa fuerte pero abierta: lo suficientemente estructurada para comunicar nuestro valor, pero lo bastante flexible para permitir que los demás vean en nosotros lo que necesitan.
Una buena amiga ha desarrollado un método para analizar el engagement en LinkedIn y evaluar la red e influencia de una persona. Examina quién interactúa con las publicaciones de los individuos que investiga y, a partir de esas interacciones, reconstruye su red y mide su alcance. Esto es la Gestalt en acción: el todo es más que la suma de sus partes. A partir de un conjunto limitado de señales, reimaginará tu perfil. Si quieres causar una buena impresión en ella, cuida quién interactúa con tus publicaciones.
El microcontrol de la marca personal suele ser contraproducente. Se percibe como forzado, poco natural y, al final, resulta agotador tanto para quien lo intenta como para su audiencia. En su lugar, debemos centrarnos en construir una base sólida: una propuesta de valor clara, un alto nivel de credibilidad y la legitimidad para ofrecer nuestra solución. A la vez, debemos dejar espacio para que nuestra red, nuestra comunidad e incluso el mercado participen en la configuración de nuestra reputación.
Lo mismo sucede con la narrativa personal. Cuando compartimos nuestras experiencias, no necesitamos explicarlo todo ni intentar controlar cada reacción. Las mejores historias dejan margen a la interpretación, permitiendo que cada persona conecte con ellas a su manera. Algunos verán resiliencia en nuestros cambios de rumbo; otros admirarán nuestra visión estratégica. Al darles espacio para sacar sus propias conclusiones, generamos una conexión emocional más fuerte y, paradójicamente, una marca más potente.
En definitiva, la marca personal no es un acto en solitario. Es una construcción conjunta entre cómo nos presentamos y cómo nos perciben los demás. En lugar de obsesionarnos con cada detalle, debemos centrarnos en enviar señales claras y confiar en que nuestra audiencia conectará los puntos.
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